En su texto de 1956: "La integración de las masas en la vida
política y el totalitarismo", el sociólogo ítalo-argentino Gino Germani caracterizaba al peronismo como
un 'fascismo de izquierda', apoyándose para ello en las bases populares a las
que moviliza y politiza dicho movimiento, y en las modalidades antipluralistas
del régimen, al que denomina 'la dictadura'. Lo distingue así del 'fascismo
clásico' de origen europeo, que moviliza y politiza a las clases medias en
contra de la organización, y posibilidad de toma del poder, por parte de la
clase obrera. Este artículo de 1956 es posteriormente incorporado como capítulo
IX de su obra clásica 'Política y sociedad en una época de transición', de
1962.
En su último libro, 'Autoritarismo, fascismo y populismo nacional' de
1978 -escrito en inglés- Germani recupera la noción de 'alternativas
funcionales del fascismo' que había introducido en el capítulo V de su obra de
1962, para referirse a las dictaduras militares, y otros 'regímenes
burocrático-autoritarios' latinoamericanos, en virtud de que los mismos tienden
a objetivos sociales similares a los del fascismo europeo: la desmovilización
de la clase obrera. En el mismo libro, recupera del texto de 1962 la expresión
'populismo nacional', para referirse a una alternativa a la democracia
representativa moderna, en la fase de modernización que caracteriza como de
'movilización total' de las masas, y la plena inclusión de las mismas
-incluyendo a las clases populares- en la ciudadanía y política de masas. Esta
modalidad alternativa de movilización política de masas es caracterizada como
policlasista, nacionalista, plebiscitaria y anti-pluralista.
Pero el mismo Germani, en ambos libros, y en un artículo póstumo de
1979, 'Democracia y autoritarismo en la sociedad moderna', caracteriza al
fascismo como un tipo de 'autoritarismo moderno' -esto es, como una forma de
'totalitarismo'- que se distingue del 'autoritarismo tradicional' -cuyo nombre
es, simplemente, 'autoritarismo'- por movilizar y politizar a las masas, bajo
la forma de un partido único, y de la propaganda política antipluralista. El
'autoritarismo' es, así, caracterizado como propio de sociedades
'tradicionales', y el 'totalitarismo' como propio de sociedades 'modernas'. La
diferencia entre ambos es que el 'autoritarismo' es un régimen desmovilizador y
despolitizador de las masas, y el 'totalitarismo', por el contrario, es un
régimen antipluralista, pero movilizador y politizador de las masas, en torno a
la ideología de un partido único.
El fascismo es, así, un totalitarismo 'de derecha' por sus bases y
orientaciones de clase, del mismo modo que el estalinismo es un totalitarismo
'de izquierda', en base a los mismos criterios. Ambos se oponen a la democracia
pluralista de partidos, y por ello son regímenes 'autoritarios'.
Ahora bien: toda esta caracterización, a mi juicio, contiene una
contradicción en los argumentos. Por un lado, como una inconsistencia primera,
el origen de clase no es un factor suficiente para caracterizar a un régimen
como 'de derecha' o 'de izquierda', excepto a partir de un determinismo
mecanicista que permite sustituir inmediatamente la clase por la ideología
o 'conciencia imputada' a esa clase.
'Izquierda' y 'derecha' son posicionamientos ideológicos; y los mismos se
relacionan más con los proyectos políticos en relación con el orden social
-mantenimiento del mismo, o modificación regresiva, en un caso; o modificación
progresiva y antijerárquica, en el otro- de los grupos, que con su adscripción
económica de clase. Pues si bien podría aceptarse que los intereses de los
grupos privilegiados apuntan a conservar o preservar su posición; el mencionado
determinismo mecanicista implica también que la clase obrera sólo puede asumir
posiciones clasistas; siendo que históricamente es observable que la misma
también puede asumir posicionamientos ideológicos comunitarios e integradores,
dentro del orden vigente; eligiendo, por tanto, más la 'integración', que la
'revolución'.
Pero, fundamentalmente: si el fascismo es una forma de autoritarismo
que moviliza y politiza a las masas (por ende, de 'totalitarismo'), las
dictaduras militares no pueden caracterizarse como 'alternativas funcionales
del fascismo', sino, en todo caso, del autoritarismo tradicional, premoderno,
ya que en ambos casos lo que se busca lograr es la desmovilización política de
la población (la anulación de la ciudadanía política), a fin de evitar las
reformas sociales. Las dictaduras militares burocrático-tecnocráticas de
mediados del siglo XX en América Latina son regímenes autoritarios, no
totalitarios, y por ello, no pueden equipararse con el fascismo. En cambio, se
podría hablar de una 'alternativa funcional del fascismo' si se
encontrase algún tipo de régimen que pusiese un freno a la politización
'clasista' de la clase obrera, por medio de algún procedimiento de movilización
política de las masas. En el caso europeo, ello ocurrió por medio de la
movilización masiva de las clases medias, e incluso de grandes sectores de las
clases bajas, por medio de la ideología nacionalista. El fascismo es, así, una
forma de nacionalismo de masas, antipluralista y plebiscitario; y, como tal,
'populista' (anti-institucionalista; en el sentido de opuesto a las formas de
la democracia representativa pluripartidista y parlamentaria).
En el caso del peronismo argentino, puede decirse que el mismo cumple
la 'función', no de despolitizar a la clase obrera, sino de impedir su
politización clasista, por medio de una politización nacionalista,
que amplía significativamente los derechos sociales y la inclusión de sus bases
en el contexto del orden existente; pero al mismo tiempo aparta a los
trabajadores, tanto del marxismo, como de las instituciones y valores de la
democracia liberal; y en general de toda ideología 'universalista' y
pluralista. En este caso, se combate el clasismo obrero por medio de una
ideología nacionalista y de inclusión social, pero autoritaria, hegemónica y
anti-pluralista. El fascismo busca forzar la conciliación y armonía entre las
clases y grupos de interés, entendidos como partes de una comunidad sustancial
amenazada por los conflictos de clase.
Debe tenerse en cuenta que la finalidad del fascismo -por ser un
'totalitarismo'- no puede ser la desmovilización ni la despolitización de las masas, sino el combate al clasismo -que
es una forma de 'universalismo'-, por medio del nacionalismo. Hay dos formas de
totalitarismo: una clasista -el marxismo en la forma del 'socialismo de
Estado'-, y otra nacionalista -el fascismo-. En ninguno de ambos casos se trata
de desmovilizar políticamente a la población, sino por el contrario, de
politizarla bajo la égida del partido único, que impida el surgimiento del
pluralismo político y el conflicto social. En un caso se busca imponer un
igualitarismo de Estado; en el otro, que el Estado imponga la conciliación de
los diversos intereses, para regular e impedir el conflicto social.
[Lo que el fascismo se propone, pues, no es desmovilizar a las masas
populares -esto es propio del autoritarismo 'tradicional' y las dictaduras
militares 'clásicas'-, sino politizar a grandes masas de la población,
encuadrándolas en las estructuras organizativas y asociativas de un partido
único, anti-clasista ('poli-clasista'), y anti-pluralista, cuyo núcleo
ideológico gira en torno a la unidad identitaria de la nación como homogeneidad
sustancial, contra los enemigos externos e internos que intentan
desestabilizarla.]
Puede decirse, por tanto, que en términos formales, ideológicos, e
institucionales, el peronismo se ajusta más adecuadamente a la caracterización
de 'alternativa funcional del fascismo' que las dictaduras militares; aunque,
para utilizar la terminología del propio Germani, el mismo equivaldría a un
'fascismo de izquierda', por cuanto sus bases son fundamentalmente obreras,
pero sobre todo en tanto que sus objetivos se orientan a la ampliación de
derechos y la inclusión de la clase obrera a la 'comunidad nacional', en el
contexto de un régimen policlasista y capitalista de Estado, antiliberal,
hegemonista y antipluralista, de orientación corporativista.
En este sentido, no debe olvidarse que los regímenes fascistas
europeos 'clásicos' (el fascismo italiano y en particular el
nacional-socialismo alemán) también se caracterizaron por institucionalizar una
forma de régimen que amplió considerablemente los derechos sociales de la
población de ese entonces y en el contexto històrico respectivo (en desmedro de
sus derechos civiles y políticos); y que en el caso alemán, generó el pleno
empleo, la protección o 'seguridad' social generalizada de los obreros por
parte del estado, el turismo social de masas, las pensiones estatales por
retiro o jubilaciones, etc. etc.; y que el fundador del partido peronista
argentino conoció directamente esa realidad, en su viaje de 1937-38 a ambos
países, donde dichas instituciones, y los sindicatos corporativistas de obreros
y patrones -como parte de una 'comunidad organizada'- lo impresionaron tanto
como las manifestaciones o movilizaciones políticas de masas, y el culto a la
figura de un líder plebiscitario que concentraba en su figura todo el poder, en
regímenes que se proponían como alternativos al estado de derecho liberal.
-o0o-
En todo este razonamiento, se asumen algunas premisas que requieren
ser explicitadas. Entre ellas, la diferencia entre 'clasismo' y 'nacionalismo'.
El clasismo es una ideología que se inscribe en la lógica de
conflictos propia de una estructura social moderno-industrial, donde hay dos
grandes clases fundamentales, bajo un régimen de explotación de una de ellas
por la otra, basado en la propiedad privada de los medios de producción, que
legitima la apropiación privada de la riqueza social. El clasismo denuncia la
escisión y fractura social como una anomalía, o contradicción (entre el
caracter social o colectivo del proceso productivo y el consumo fabril, y el
caracter privado de la apropiación del producto de dicho proceso productivo),
que exige ser resuelta para que no exista separación o escisión entre el sujeto
trabajador-colectivo, y el sujeto propietario de los medios de producción, de modo
que la producción sea efectivamente un modo de realización y satisfacción
colectiva de las necesidades vitales de toda la sociedad. Se trata de la
variante 'colectivista' de las ideologías 'universalistas' propias de la
Modernidad, que -como el liberalismo, que es la versión 'individualista' de las
mismas ideologías- parten de la premisa ontológica y axiológica de la igualdad
de derechos para todos los hombres ('todos los hombres son iguales', ya como
afirmación de hecho, o como ideal a realizar). El igualitarismo clasista
requiere de la eliminación del régimen de clases, y por su intermedio la
eliminación de la desigualdad social en todos sus planos, considerada como
anomalía propia de una sociedad alienada.
El nacionalismo, por el contrario, si bien también es una ideología
'colectivista', no adscribe a principios universalistas, sino particularistas.
El sujeto portador de derechos y valores a defender no es 'el hombre', el
'individuo' o el 'ciudadano', sino 'el pueblo' o 'la nación', esto es, sujetos
colectivos homogéneos, que se caracterizan por definirse en torno a una
identidad sustancial de carácter
diferencial o particular -distintos estilos de
vida, tradiciones y costumbres, valores, culturas, etc.- que no admiten
sujetarse a ninguna generalización universalizante. Dado que su sujeto de
referencia es 'la nación', no puede aceptar ningún tipo de horizonte
universalizador del orden de 'la humanidad': la 'humanidad' se halla repartida
en 'pueblos' o unidades étnicas, comunales o culturales irreductibles e
inasimilables, que no tienen nada en común, y sobre las cuales no se puede
generalizar. La 'igualdad de los pueblos' es la reivindicación del derecho de
cada uno de ellos a tener su propia existencia e independencia respecto de los
demás, como unidades indivisas separadas; frente a los que toda norma general
resulta aplicable sólo bajo la forma de la imposición forzada. Por un lado,
esta ideología se caracteriza por el rechazo o la negación de cualquier tipo de
principio institucional universalizable -ya sea a nivel político o económico-,
y por ende por la reivindicación del -o los- particularismo/s nacional/es. Por
el otro, 'hacia adentro' de cada 'nación', el 'pueblo' es entendido como
conformado por distintas 'partes' que componen un todo 'orgánico e integrado',
portador de una identidad común; y por ende en última instancia constituido por
una unidad sustancial homogénea -sin discrepancias o diferencias auténticas; no
como una pluralidad, sino como una unidad (cuyas jerarquías son constitutivas, pero
que requieren la inclusión de todas las partes en el todo común)-. En tercer
lugar, dado que sólo hay pueblos, y no una humanidad o una juridicidad o
normativa de caracter general, los pueblos se relacionan entre sí a partir de
sus semejanzas y diferencias, y en particular a partir de sus asimetrías de
poder: pueblos fuertes y débiles, dominadores ('imperios') o dominados
('colonias'). En el rechazo a ambas alternativas es que emerge el concepto de
'patria' como sujeto colectivo que reivindica su autonomía, y combate y resiste
a la dominación extranjera, y que por ende concibe a la política como guerra
contra un enemigo externo, y sus secuaces locales.
Para esquematizar esta oposición, quisiera sostener este argumento:
para el clasismo, la sociedad actual, antagónica, es un 'dos', y esto es
percibido como una anomalía: lo que deberá haber, como proyecto futuro, es un
'uno' homogéneo, que elimine el conflicto social y político. Para el
nacionalismo, en cambio, lo que efectivamente hay, a nivel sustancial e
identitario, es un 'uno' de naturaleza identitaria, sustancial y cultural
-anclado en la historia, las tradiciones y el pasado-, y la política consiste
en evitar por todos los medios que emerja un 'dos': toda pluralidad es el
camuflaje de una división de la comunidad -o de la unidad del pueblo-, y es la
reproducción a nivel interno de la diferencia y el antagonismo entre el
pueblo-uno y sus enemigos.
En un caso, se debe eliminar el dos, para que por fin la sociedad sea
un uno (crítica del antagonismo clasista-economicista). En el otro caso, se
debe preservar al uno (identitaria y culturalmente fundado) de la emergencia de
todo dos (de origen exógeno, exterior, y producto de la dominación extranjera).
En ambos casos se reivindica la figura política del Uno homogéneo, ya sea como
ideal a lograr por medio de la lucha de clases y la futura cancelación del
conflicto económico; ya como realidad sustancial latente o subyacente a todo
tipo de división empírica, percibida como disidencia y amenaza al orden sustancial
de la comunidad, expresado en su cultura particular.
En ninguno de los dos casos se percibe la positividad y productividad
política del dos, de la pluralidad y el antagonismo, como dimensión
constitutiva de la vida política. El dos es el 'medio' para hacer política, en
la medida en que esta actividad es concebida como orientada a la anulación de
ese mismo dos, y a la afirmación, realización, actualización o imposición final
de un Uno, esto es, de una sociedad reconciliada consigo misma, homogénea, plena,
carente de conflictos; y, por ende, sin política. La 'comunidad' es el ideal de
ambas ideologías, como orden sustancial reconciliado, carente de disensiones y
de pluralidad. Así, para ambas ideologías, a pesar de sus grandes diferencias
en términos de la oposición 'universalismo-particularismo', la política
-entendida como guerra- tiene como fin último su propia anulación: la
cancelación de la política en el orden pleno de la comunidad reconciliada.
E.F.